La especie Homo sapiens, es decir, el
ser humano, apareció tardíamente en la historia de la Tierra, pero ha sido
capaz de modificar el medio ambiente con sus actividades. Aunque, al parecer,
los humanos hicieron su aparición en África, no tardaron en dispersarse por
todo el mundo. Gracias a sus peculiares capacidades mentales y físicas,
lograron escapar a las constricciones medioambientales que limitaban a otras
especies y alterar el medio ambiente para adaptarlo a sus necesidades.
Aunque los primeros humanos sin duda
vivieron más o menos en armonía con el medio ambiente, como los demás animales,
su alejamiento de la vida salvaje comenzó en la prehistoria, con la primera
revolución agrícola. La capacidad de controlar y usar el fuego les permitió
modificar o eliminar la vegetación natural, y la domesticación y pastoreo de
animales herbívoros llevó al sobre pastoreo y a la erosión del suelo. El cultivo
de plantas originó también la destrucción de la vegetación natural para hacer
hueco a las cosechas y la demanda de leña condujo a la demudación de montañas y
al agotamiento de bosques enteros. Los animales salvajes se cazaban por su
carne y eran destruidos en caso de ser considerados plagas o depredadores.
Mientras las poblaciones humanas
siguieron siendo pequeñas y su tecnología modesta, su impacto sobre el medio
ambiente fue solamente local. No obstante, al ir creciendo la población y
mejorando y aumentando la tecnología, aparecieron problemas más significativos
y generalizados. El rápido avance tecnológico producido tras la edad media
culminó en la Revolución Industrial, que trajo consigo el descubrimiento, uso y
explotación de los combustibles fósiles, así como la explotación intensiva de
los recursos minerales de la Tierra. Fue con la Revolución Industrial cuando
los seres humanos empezaron realmente a cambiar la faz del planeta, la
naturaleza de su atmósfera y la calidad de su agua. Hoy, la demanda sin
precedentes a la que el rápido crecimiento de la población humana y el
desarrollo tecnológico someten al medio ambiente está produciendo un declive
cada vez más acelerado en la calidad de éste y en su capacidad para sustentar
la vida.
Dióxido de carbono
Uno de los impactos que el uso de
combustibles fósiles ha producido sobre el medio ambiente terrestre ha sido el
aumento de la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. La
cantidad de CO2 atmosférico había permanecido estable, aparentemente durante
siglos, pero desde 1750 se ha incrementado en un 30% aproximadamente. Lo
significativo de este cambio es que puede provocar un aumento de la temperatura
de la Tierra a través del proceso conocido como efecto invernadero. El dióxido
de carbono atmosférico tiende a impedir que la radiación de onda larga escape
al espacio exterior; dado que se produce más calor y puede escapar menos, la
temperatura global de la Tierra aumenta.
Un calentamiento global significativo de
la atmósfera tendría graves efectos sobre el medio ambiente. Aceleraría la
fusión de los casquetes polares, haría subir el nivel de los mares, cambiaría
el clima regional y globalmente alteraría la vegetación natural y afectaría a
las cosechas. Estos cambios, a su vez, tendrían un enorme impacto sobre la
civilización humana. En el siglo XX la temperatura media del planeta aumentó
0,6 ºC y los científicos prevén que la temperatura media de la Tierra subirá
entre 1,4 y 5,8 ºC entre 1990 y 2100.
Acidificación
Asociada también al uso de combustibles
fósiles, la acidificación se debe a la emisión de dióxido de azufre y óxidos de
nitrógeno por las centrales térmicas y por los escapes de los vehículos a
motor. Estos productos interactúan con la luz del Sol, la humedad y los
oxidantes produciendo ácido sulfúrico y nítrico, que son transportados por la
circulación atmosférica y caen a tierra, arrastrados por la lluvia y la nieve
en la llamada lluvia ácida, o en forma de depósitos secos, partículas y gases
atmosféricos.
La lluvia ácida es un importante
problema global. La acidez de algunas precipitaciones en el norte de Estados
Unidos y Europa es equivalente a la del vinagre. La lluvia ácida corroe los
metales, desgasta los edificios y monumentos de piedra, daña y mata la
vegetación y acidifica lagos, corrientes de agua y suelos, sobre todo en
ciertas zonas del noreste de Estados Unidos y el norte de Europa. En estas
regiones, la acidificación lacustre ha hecho morir a poblaciones de peces. Hoy
también es un problema en el sureste de Estados Unidos y en la zona central del
norte de África. La lluvia ácida puede retardar también el crecimiento de los
bosques; se asocia al declive de éstos a grandes altitudes tanto en Estados
Unidos como en Europa.
Destrucción del ozono
En las décadas de 1970 y 1980, los científicos empezaron a
descubrir que la actividad humana estaba teniendo un impacto negativo sobre la
capa de ozono, una región de la atmósfera que protege al planeta de los dañinos
rayos ultravioleta. Si no existiera esa capa gaseosa, que se encuentra a unos
40 km de altitud sobre el nivel del mar, la vida sería imposible sobre nuestro
planeta. Los estudios mostraron que la capa de ozono estaba siendo afectada por
el uso creciente de clorofluorocarbonos (CFC, compuestos de flúor), que se
emplean en refrigeración, aire acondicionado, disolventes de limpieza, materiales
de empaquetado y aerosoles. El cloro, un producto químico secundario de los CFC
ataca al ozono, que está formado por tres átomos de oxígeno, arrebatándole uno
de ellos para formar monóxido de cloro. Éste reacciona a continuación con
átomos de oxígeno para formar moléculas de oxígeno, liberando moléculas de
cloro que descomponen más moléculas de ozono.
Al principio se creía que la capa de ozono se estaba reduciendo
de forma homogénea en todo el planeta. No obstante, posteriores investigaciones
revelaron, en 1985, la existencia de un gran agujero centrado sobre la
Antártida; un 50% o más del ozono situado sobre esta área desaparecía
estacionalmente. En el año 2001 el agujero alcanzó una superficie de 26
millones de kilómetros cuadrados, un tamaño similar al detectado en los tres
últimos años. El adelgazamiento de la capa de ozono expone a la vida terrestre
a un exceso de radiación ultravioleta, que puede producir cáncer de piel y
cataratas, reducir la respuesta del sistema inmunitario, interferir en el
proceso de fotosíntesis de las plantas y afectar al crecimiento del
fitoplancton oceánico. Debido a la creciente amenaza que representan estos
peligrosos efectos sobre el medio ambiente, muchos países intentan aunar
esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. No
obstante, los CFC pueden permanecer en la atmósfera durante más de 100 años,
por lo que la destrucción del ozono continuará durante décadas.
CÁNCER DE PIEL A CAUSA DE LA RUPTURA DE LA CAPA DE OZONO.
EL HIELO SE DERRITE A CAUSA DEL CALOR.
Hidrocarburos clorados
El uso extensivo de pesticidas sintéticos derivados de los hidrocarburos
clorados en el control de plagas ha tenido efectos colaterales desastrosos para
el medio ambiente. Estos pesticidas organoclorados son muy persistentes y
resistentes a la degradación biológica. Muy poco solubles en agua, se adhieren
a los tejidos de las plantas y se acumulan en los suelos, el sustrato del fondo
de las corrientes de agua y los estanques, y la atmósfera. Una vez
volatilizados, los pesticidas se distribuyen por todo el mundo, contaminando
áreas silvestres a gran distancia de las regiones agrícolas, e incluso en las
zonas ártica y antártica.
Aunque estos productos químicos sintéticos no existen en la
naturaleza, penetran en la cadena alimentaria. Los pesticidas son ingeridos por
los herbívoros o penetran directamente a través de la piel de organismos acuáticos
como los peces y diversos invertebrados. El pesticida se concentra aún más al
pasar de los herbívoros a los carnívoros. Alcanza elevadas concentraciones en
los tejidos de los animales que ocupan los eslabones más altos de la cadena
alimentaria, como el halcón peregrino, el águila y el quebrantahuesos. Los
hidrocarburos clorados interfieren en el metabolismo del calcio de las aves,
produciendo un adelgazamiento de las cáscaras de los huevos y el consiguiente
fracaso reproductivo. Como resultado de ello, algunas grandes aves depredadoras
y piscívoras se encuentran al borde de la extinción. Debido al peligro que los
pesticidas representan para la fauna silvestre y para los seres humanos, y
debido también a que los insectos han desarrollado resistencia a ellos, el uso
de hidrocarburos halogenados como el DDT está disminuyendo con rapidez en todo
el mundo occidental, aunque siguen usándose en grandes cantidades en los países
en vías de desarrollo. A comienzos de la década de 1980, el EDB o dibromoetano,
un pesticida halogenado, despertó también gran alarma por su naturaleza en
potencia carcinógena, y fue finalmente prohibido.
Existe otro grupo de compuestos íntimamente vinculado al DDT:
los bifenilos policlorados (PCB). Se han utilizado durante años en la
producción industrial, y han acabado penetrando en el medio ambiente. Su
impacto sobre los seres humanos y la vida silvestre ha sido similar al de los
pesticidas. Debido a su extremada toxicidad, el uso de PCB ha quedado restringido
a los aislantes de los transformadores y condensadores eléctricos.
El TCDD es el más tóxico de otro grupo relacionado de compuestos
altamente tóxicos, las dioxinas o dibenzo-para-dioxinas. El grado de toxicidad
para los seres humanos de estos compuestos carcinógenos no ha sido aún
comprobado. El TCDD puede encontrarse en forma de impureza en conservantes para
la madera y el papel y en herbicidas. El agente naranja, un defoliante muy
utilizado, contiene trazas de dioxina.
Otras sustancias tóxicas
Las sustancias tóxicas son productos químicos cuya fabricación,
procesado, distribución, uso y eliminación representan un riesgo inasumible
para la salud humana y el medio ambiente. La mayoría de estas sustancias
tóxicas son productos químicos sintéticos que penetran en el medio ambiente y
persisten en él durante largos periodos de tiempo. En los vertederos de
productos químicos se producen concentraciones significativas de sustancias
tóxicas. Si éstas se filtran al suelo o al agua, pueden contaminar el
suministro de agua, el aire, las cosechas y los animales domésticos, y han sido
asociadas a defectos congénitos humanos, abortos y enfermedades orgánicas. A
pesar de los riesgos conocidos, el problema no lleva camino de solucionarse.
Recientemente, se han fabricado más de 4 millones de productos químicos
sintéticos nuevos en un periodo de quince años, y se crean de 500 a 1.000
productos nuevos más al año.
Radiación
Aunque las pruebas nucleares atmosféricas han sido prohibidas
por la mayoría de los países, lo que ha supuesto la eliminación de una
importante fuente de lluvia radiactiva, la radiación nuclear sigue siendo un
problema medioambiental. Las centrales siempre liberan pequeñas cantidades de
residuos nucleares en el agua y la atmósfera, pero el principal peligro es la
posibilidad de que se produzcan accidentes nucleares, que liberan enormes
cantidades de radiación al medio ambiente, como ocurrió en Chernóbil, Ucrania,
en 1986. Un problema más grave al que se enfrenta la industria nuclear es el
almacenamiento de los residuos nucleares, que conservan su carácter tóxico de
700 a 1 millón de años. La seguridad de un almacenamiento durante periodos geológicos
de tiempo es, al menos, problemática; entre tanto, los residuos radiactivos se
acumulan, amenazando la integridad del medio ambiente.
Pérdida de tierras vírgenes
Un número cada vez mayor de seres humanos empieza a cercar las
tierras vírgenes que quedan, incluso en áreas consideradas más o menos a salvo
de la explotación. La insaciable demanda de energía ha impuesto la necesidad de
explotar el gas y el petróleo de las regiones árticas, poniendo en peligro el
delicado equilibrio ecológico de los ecosistemas de tundra y su vida silvestre.
La pluvisilva y los bosques tropicales, sobre todo en el Sureste asiático y en
la Amazonia, están siendo destruidos a un ritmo alarmante para obtener madera,
despejar suelo para pastos y cultivos, para plantaciones de pinos y para
asentamientos humanos. En la década de 1980 se llegó a estimar que las masas
forestales estaban siendo destruidas a un ritmo de 20 ha por minuto. Otra estimación
daba una tasa de destrucción de más de 200.000 km2 al año. En 1993, los datos
obtenidos vía satélite permitieron determinar un ritmo de destrucción de casi
15.000 km2 al año, sólo en la cuenca amazónica. Esta deforestación tropical
podría llevar a la extinción de hasta 750.000 especies, lo que representaría la
pérdida de toda una multiplicidad de productos: alimentos, fibras, fármacos,
tintes, gomas y resinas. Además, la expansión de las tierras de cultivo y de
pastoreo para ganado doméstico en África, así como el comercio ilegal de
especies amenazadas y productos animales podría representar el fin de los
grandes mamíferos africanos.
Erosión del suelo
La erosión del suelo se está acelerando en todos los continentes
y está degradando unos 2.000 millones de hectáreas de tierra de cultivo y de
pastoreo, lo que representa una seria amenaza para el abastecimiento global de
víveres. Cada año la erosión de los suelos y otras formas de degradación de las
tierras provocan una pérdida de entre 5 y 7 millones de hectáreas de tierras
cultivables. En el Tercer Mundo, la creciente necesidad de alimentos y leña han
tenido como resultado la deforestación y cultivo de laderas con mucha
pendiente, lo que ha producido una severa erosión de las mismas. Para complicar
aún más el problema, hay que tener en cuenta la pérdida de tierras de cultivo
de primera calidad debido a la industria, los pantanos, la expansión de las
ciudades y las carreteras. La erosión del suelo y la pérdida de las tierras de
cultivo y los bosques reduce además la capacidad de conservación de la humedad
de los suelos y añade sedimentos a las corrientes de agua, los lagos y los
embalses.
Demanda de agua y aire
Los problemas de erosión descritos más arriba están agravando el
creciente problema mundial del abastecimiento de agua. La mayoría de los
problemas en este campo se dan en las regiones semiáridas y costeras del mundo.
Las poblaciones humanas en expansión requieren sistemas de irrigación y agua
para la industria; esto está agotando hasta tal punto los acuíferos
subterráneos que empieza a penetrar en ellos agua salada a lo largo de las
áreas costeras en Estados Unidos, Israel, Siria, los estados árabes del golfo
Pérsico y algunas áreas de los países que bordean el mar Mediterráneo (España,
Italia y Grecia principalmente). Algunas de las mayores ciudades del mundo
están agotando sus suministros de agua y en metrópolis como Nueva Delhi o
México D.F. se está bombeando agua de lugares cada vez más alejados. En áreas
tierra adentro, las rocas porosas y los sedimentos se compactan al perder el
agua, ocasionando problemas por el progresivo hundimiento de la superficie;
este fenómeno es ya un grave problema en Texas, Florida y California.
El mundo experimenta también un progresivo descenso en la
calidad y disponibilidad del agua. En el año 2000, 508 millones de personas
vivían en 31 países afectados por escasez de agua y, según estimaciones de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente 1.100 millones de
personas carecían de acceso a agua no contaminada. En muchas regiones, las
reservas de agua están contaminadas con productos químicos tóxicos y nitratos.
Las enfermedades transmitidas por el agua afectan a un tercio de la humanidad y
matan a 10 millones de personas al año.
Durante la década de 1980 y a comienzos de la de 1990, algunos
países industrializados mejoraron la calidad de su aire reduciendo la cantidad
de partículas en suspensión así como la de productos químicos tóxicos como el
plomo, pero las emisiones de dióxido de azufre y de óxidos nitrosos,
precursores de la deposición ácida, aún son importantes.
La Cumbre de la Tierra
En junio de 1992, la Conferencia sobre Medio Ambiente y
Desarrollo de las Naciones Unidas, también conocida como la Cumbre de la
Tierra, se reunió durante 12 días en las cercanías de Río de Janeiro, Brasil.
Esta cumbre desarrolló y legitimó una agenda de medidas relacionadas con el
cambio medioambiental, económico y político. El propósito de la conferencia fue
determinar qué reformas medioambientales era necesario emprender a largo plazo,
e iniciar procesos para su implantación y supervisión internacionales. Se
celebraron convenciones para discutir y aprobar documentos sobre medio
ambiente. Los principales temas abordados en estas convenciones incluían el
cambio climático, la biodiversidad, la protección forestal, la Agenda 21 (un
proyecto de desarrollo medioambiental de 900 páginas) y la Declaración de Río
(un documento de seis páginas que demandaba la integración de medio ambiente y
desarrollo económico). La Cumbre de la Tierra fue un acontecimiento histórico
de gran significado. No sólo hizo del medio ambiente una prioridad a escala
mundial, sino que a ella asistieron delegados de 178 países, lo que la
convirtió en la mayor conferencia celebrada hasta ese momento.